domingo, 14 de octubre de 2012

Tercera parte del NUPA 13. Los Disturbios de Agosto en Francia


A mediados de agosto dieciséis policías pertenecientes a la BAC (Brigada Anti–Crimen) resultaron heridos tras los disturbios que protagonizaron las masas proletarias en un suburbio de Amiens, una pequeña ciudad al norte de Francia. El conflicto se desarrolló, como pasó hace un año en Londres, a raíz de la muerte de un joven que los medios de comunicación, a manos del poder, no esclarifican.

Sin embargo, la presencia de varios secretas en el entierro podría dar respuesta al motivo de la muerte que oficialmente se reduce a un “accidente de tráfico”. Presencia que además sirvió como provocación para que se desatase la revuelta.
Así un grupo de proletarios organizados se enfrentaron a las fuerzas del Estado con armas caseras y de escaso calibre. Los coches incendiados sirvieron de barricadas y se lanzaron objetos contra los guardianes del orden que intentaban defender los dominios públicos, con escaso éxito ya que los insurrectos lograron prender tres edificios estatales.
La ciudad de Amiens es una de las más afectadas por la pauperización constante con que los ciclos económicos del capital condena a las masas proletarias a la miseria. Ya que para aumentar sus beneficios los patrones han de bajar, en términos absolutos, el salario de los trabajadores.

Por ello la presencia de patrullas policiales se ve diariamente en los barrios periféricos, conocidos como banlieues, como forma de mantener el orden tenso que termina estallando cada cierto tiempo en forma de revuelta social, como sucedió en Los Ángeles en los 90, en París en 2005, en la capital inglesa el pasado verano y ahora en Amiens.
Las condiciones sociales que sufren, con una mayor tasa de paro, sobreexplotación, represión e intimidación policial, son las que desencadenan esta situaciones de violencia que desatan en las masas el odio hacia el Estado y sus mercenarios, que solo defienden los intereses de la clase dominante.

Debido a los continuos disturbios, cada vez más numerosos y fuertes, el gobierno socialista y de izquierdas de Hollande promete más represión policial en los barrios obreros franceses, misma receta que la propuesta por la derecha de Sarkozy, para controlar a las masas insurrectas. De hecho los acontecimientos de Amiens suceden poco antes de que entren en marcha las ZSP “zonas de seguridad prioritarias”, una de las promesas electorales estrella del actual presidente de la República consistentes en convertir los barrios obreros en verdaderos guettos donde la Gerdanmeria enseñará los valores de la República a los jóvenes sin trabajo.
Los disturbios que hoy se dan de forma espontánea están mostrando cual es el camino que tiene que recorrer la clase trabajadora, más allá de actos simbólicos en supermercados, para liberarse de sus amos.

Aunque esto no significa que este tipo de revueltas ofrezcan grandes resultados por si mismas ya que no resuelven las problemáticas del proletariado que solo pueden superarse por medio de la lucha revolucionaria y de la organización de la clase proletaria. No obstante podemos señalar que se hayan más cercanas a la revolución que las marchas anti-crisis o las manifestaciones promovidas por referentes reformistas, que defienden el Estado de Bienestar de la clase media donde nunca se verán reflejados los intereses de la clase trabajadora.

miércoles, 3 de octubre de 2012


Segunda parte del NUPA 13, "Cuestión de razones"


Ante las situación económica y social declinante que nos lleva poco a poco a la miseria progresiva, algo que lleva intrínseco el capitalismo, se producen movimientos sociales de masas que intentan frenar esta situación (tenemos desde hace más de un año el ejemplo del 15M). Tanto la clase obrera como la clase media que se ve proletarizada empiezan a realizar cada vez más acciones en la vida pública. Así se puede ver como cada vez más gente se involucra en manifestaciones, aunque no estén promovidas por referentes sindicales, ya que a raíz de la crisis, tanto económica como política, se han creado diferentes colectivos que reclaman de una u otra manera un cambio en el sistema. Y es en estos colectivos donde parte de la clase obrera cree verse representada ya que en la mayoría de los discursos se promueven cambios para la sociedad.

Es común encontrar en estos nuevos colectivos y en los partidos políticos que intentan vincularse a parte de los movimientos sociales, unos patrones que se repiten en los discursos, que son el reflejo de su ideología. Algunos optan por ensalzar la razón como el eje central para levantar una nueva sociedad. Algo que no es nada nuevo, pues en el siglo XVIII o “Siglo de Las Luces”, la incipiente burguesía, preparando su ideología para su gran época, ya pensaba que la razón, junto con la verdad y la justicia concebidas de forma absoluta, resolverían todas las contradicciones sociales.
Como una vuelta al pasado, se vuelve a intentar que esa razón absoluta, ajena a las relaciones sociales y que despoja a la realidad de su base material, sea la que nos salve de esta situación declinante del capital. La razón no es más que un producto del cerebro, de la naturaleza del ser humano, al igual que la imaginación, por ello está condicionada por la ideología que nos imponen. Para que la razón pudiera cambiar algo, el educador que nos educa (la sociedad) tendría que ser educado , es decir, tendríamos que tener un referente ideológico fuera de las manos del imperialismo. La razón es un medio, y no un fin, necesario para la lucha revolucionaria del proletariado.

Otro discurso dominante que se une al anterior es el interclasista, que no reconoce las diferentes clases sociales, tratando a todas las personas como ciudadanos de un lugar llamado mundo sin dejar ver las diferentes condiciones que se reproducen en la sociedad, la diferencia tanto cualitativa como cuantitativa de ser patrón a ser obrero. Y sin embargo es casi un recurso literario hablar en el marco del interclasismo de la clase política, como si esta sí que fuera una clase social. Los políticos en todo caso son los representantes de los intereses de la clase dominante, de la burguesía, mientras los intereses de los proletarios aún no se ven representados, que solo se verán cuando ellos mismos ejecuten su programa revolucionario.

Este tipo de interclasismo deriva en la meritocracia y el tecnocratismo. Por un lado una intenta justificar que “el que tiene algo en la vida” es porque “se lo ha ganado”, donde los buenos gobernantes serían los que han sido consecuentes con la ética del esfuerzo (caso de Amancio Ortega). Mientras la tecnocracia defiende que el gobernante sea el mejor preparado para ello (al igual que Platón ponía a los filósofos como los mejores gobernantes, y tomarlo como referente, mecánicamente, sería volver al siglo IV a.C). Ninguna de las dos reconoce ni las distintas condiciones en las que viven las clases sociales, ni la misma lucha de clases. El obrero siempre se va a esforzar y su esfuerzo, entendido como fuerza de trabajo no como empeño que se pone a una labor, quedará en manos del capitalista. Por tanto, los proletarios sobreviven gracias a su esfuerzo y lo que está seguro es que no llegarán a ser gobernantes en una República democrática burguesa, que es lo que defienden, en el mejor de los casos, estos movimientos.

Hay que dejar claro que las condiciones materiales, es decir, las económicas y sociales, son la base de la sociedad. Condicionan el modo de pensar, pues es de donde se levanta toda la estructura social. De ahí que el modo de producción determine las condiciones políticas e ideológicas. Como los medios de producción están en manos de una clase, la burguesía, la ideología que domina en la sociedad es la ideología burguesa heredera de la vieja burguesía del siglo XIX. Solo la conformación de un movimiento obrero revolucionario permitirá que la razón acompañe a los oprimidos del mundo como medio para su liberación de las manos del imperialismo.